a muerte de un joven de 15 años alumno de una Escuela Secundaria de Bariloche, en manos de otro joven de 13 años, no es sólo un drama para las familias de los protagonistas de este hecho, es un drama social, como nos dejaron en claro los jóvenes y jovencitas que se movilizaron espontáneamente por las calles de nuestra ciudad.
Esta muerte, ésta última muerte, es otro alerta y se constituye en un espejo en el que estamos obligados a mirarnos como sociedad, y como instituciones de esta comunidad. Y en ese acto replantearnos si las respuestas que estamos dando a los problemas sirven, si los dispositivos de asistencia son útiles o no. Porque tal como nos enseñó Albert Einstein, si queremos resultados distintos no tenemos que hacer siempre lo mismo.
Ninguna sociedad puede quedar impávida ante la pérdida de niños, niñas y jóvenes por causas evitables. Ninguna.
Si asumimos nuestro rol de adultos/ as, nuestro rol de Estado está llamado a garantizar la Convención de los Derechos del Niño, en todas y cada una de estas muertes no hay más que víctimas.
Asistimos a una interminable seguidilla de muertes de niñ@s y adolescentes. Se nos van los chicos como agua entre los dedos, ya que cada uno de ellos eran bien conocidos por órganos proteccionales como el Ministerio de Desrarollo Social, o por la Justicia, y no pudimos evitarlo.
Habría que preguntarse si se puede seguir hablando de La Violencia , como si fuera una sola cosa, un objeto concreto asible, controlable y erradicable.
La violencia tiene rostros, por eso son decenas de violencias, quien enuncia, califica y también instala posturas ideológicas, políticas y éticas.
Sabemos que muchas de estas muertes son evitables. Pero hoy parecía que no. Porque el desconcierto o el abatimiento ganaron la escena y no se acierta a decir cómo evitarlas. Buscamos entre las explicaciones que victimizan familias como si ellas no fueran el reflejo de una sociedad fragmentada e individualista que ha sacrificado lo colectivo, la palabra y lo solidario.
Algunos datos son necesarios traer a escena. La mortalidad en la adolescencia es de las más bajas del curso de vida, sin embargo la mayor parte de las defunciones ocurre por causas evitables, las denominadas causas externas, estas son: homicidios, accidentes y suicidios.
La tasa de mortalidad asciende rápidamente después de la pubertad por la gran cantidad de accidentes mortales, homicidios y suicidios en el grupo de 15 a 24 años.
.Las heridas causadas por armas de fuego y armas punzantes son la segunda causa de muerte entre jóvenes de 10 a 24 años, que también es el grupo más afectado por heridas de bala. En Argentina, la mortalidad por suicidio en adolescentes y jóvenes se incrementó. Estudios permitieron observar que el incremento de las tasas por suicidio para el grupo de 10 a 24 años del 2000 al 2008 fue del 28%.
Los varones constituyen los grupos más vulnerables en los tres casos de muertes evitables. Se estima que la muerte para los varones fue 17 veces mayor que para las mujeres en el lapso 2000- 2008.
A la luz de los datos, estas muertes, las muertes por causas violentas en jóvenes son posibles de prevenir si se cuenta con información relacionada a los factores que intervienen en ellas,y se desarrollen programas de prevención y tratamientos oportunos, accesibles e integrales. No hay magia. Hay prevención, hay políticas públicas preventivas, hay intervenciones focalizadas, hay adultos apuntando a un cambio cultural desde la más temprana infancia, poniendo en crisis los valores que el patriarcado impone a nuestra sociedad, reproduciendo conductas violentas en varones, para ser legitimados como tales entre sus pares (a propósito de algunos medios- otro actor de este entramado a desandar- que plantean que se pelearon por una jovencita).
Las muertes por causas violentas, tal como nos muestran los datos nacionales, provinciales y locales, constituyen una de las causas de mortalidad de mayor relevancia en la población joven, y teniendo en cuenta que todas son causas de muertes evitables, es obligación del Estado adoptar políticas de promoción de la salud y de prevención social con enfoque de géneros, destinadas a disminuir las pérdidas sociales y económicas que generan la muerte de la población joven del país.
Estas situaciones terribles, no nos suceden a los y las adultas, devastan a nuestros jóvenes sobre los que ineludiblemente tenemos responsabilidad, los y las funcionarias aún más.
Esto no se produjo afuera de la escuela, se produjo en nuestra sociedad, y todo tiene que ver con todo, no podemos mirar para el costado.
También es cierto que tres días antes murió un chico de 17 años no escolarizado, que no interpeló a las estructuras del Estado como lo hizo este último evento, por el hecho de ocurrir en la salida de una escuela. Pensemos, por favor, una ciudad que nos incluya a todos y a todas donde no sobra ningún habitante y donde la multiplicidad de espacios a los que la violencia asiste debe ser pensada e intervenida.
Andrea Galaverna
Defensora del Pueblo de Bariloche