Por Francisca Argentina Salazar
Formo parte del equipo de la Defensoría del Pueblo de Bariloche, la institución que interviene con enfoque de derechos humanos en cada una de sus acciones. A continuación, relataré mi experiencia personal como una forma de aportar a la construcción de ciudadanía y con una mirada inclusiva.
En el año 2017 sufrí un accidente haciendo el deporte al cual me dedicaba que era ser jinete. El mismo ocurrió en La Pampa cuando un potro me aplastó y ese apretón me produjo la fractura de seis vertebras y desplazamiento medular, quedando con una lesión L1T12. El resultado fue quedarme en silla de ruedas y con una discapacidad de por vida.
No fue fácil aceptarlo pero con el tiempo una aprende a sobrellevar la situación. Como mujer con discapacidad siento muchos obstáculos en mi vida diaria, a veces me siento presa por la falta de empatía. La ciudad misma tiene muchas falencias: las veredas, rampas, lugares a cuales no podemos acceder como negocios, gimnasios, etc. No se puede tener una vida social natural. Además, la misma sociedad nos mira a quienes andamos en sillas de ruedas, con lástima. En otras ocasiones siento que somos una molestia y lo que más me duele es ver a los niños con caritas de asombro y muchas veces le preguntan a sus padres por que estamos en una silla.
Lo llamativo es que, los adultos en vez de explicarles los retan por haber hecho la pregunta. Esta situación a mí me da mucha impotencia. Siento que todo esto pasa porque no podemos salir de nuestros hogares y poder hacer una vida con libertad por todos los motivos antes mencionados o no podemos insertarnos en la sociedad como lo hace la mayoría de la gente. Tengo la ilusión de que todo cambiará para el bien de las personas con discapacidad y para hacer un mundo mejor cada día.
¡Les aliento a sumarse a construir ese mundo con inclusión y empatía!